viernes, abril 19, 2024

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Hillary Clinton gira al centro con el senador Tim Kaine

“‘House of Cards’ se junta con ‘La Casa de la Pradera’ para lanzar el asalto a la Casa Blanca”. En esos términos definió una persona que conoce a Tim Kaine, el nombramiento del veterano senador y ex gobernador de Virginia para el cargo de candidato a vicepresidente con Hillary Clinton.

Clinton es la quintaesencia del senador Francis Underwood, de ‘House of Cards’, la serie de Netflix sobre la política de EEUU. O de su primera encarnación, en la BBC: el primer ministro Francis Urquhart, que es en quien se basa la serie estadounidense, y que a su vez se inspira en la novela homónima del ex vicepresidente del Partido Conservador británico Michael Dobbs. Y, como compañero de viaje, ha elegido al equivalente de Charles Ingalls, el padre de Laura Ingalls en otro libro que se adaptó a serie de televisión de éxito mundial, pero en los setenta: ‘La casa de la pradera’.

Frente a la cosmopolita, bien conectada, fría, calculadora, y ambiciosa Hillary, a la que el 67% de los estadounidenses consideran “deshonesta”-cinco puntos más que los que opinan lo mismo de Donald Trump-, Tim Kaine es percibido como lo contrario. Es lo más parecido al hombre de la calle de Estados Unidos. Blanco, de mediana edad, con una diversidad en su vestuario cercana a cero, pero sólido y fiable. Francis Urquhart-cuyas siglas son ‘FU’, una forma diplomática de decir ‘Fuck You’-contra Charles Ingalls, el que decía que “¡las estrellas están cantando aleluya!”

Clinton ha seguido la regla de oro de la política estadounidense a la hora de seleccionar a un candidato a vicepresidente: escoger a alguien “que no moleste”. Es lo que ha hecho Donald Trump con el evangélico Mike Pence, lo que hicieron Barack Obama con Joe Biden-católico, al igual que Kaine, en una nueva muestra de que la fidelidad política también está ligada al altar-, y George W. Bush con Dick Cheney. Cuando el candidato a presidente elige de compañero a alguien con una personalidad marcada-John McCain con Sarah Palin en 2008-, se la está jugando.

A Hillary se la asocia con Nueva York y Washington, y a Barack Obama con Chicago, tres ciudades que para los conservadores de Estados Unidos son el epítome de la corrupción y el vicio. Kaine es de la América profunda, ésa en la que la gente trabaja y va al templo el domingo (es también en la que el consumo de ‘porno’ online, heroína y metanfetamina es más alto, lo mismo que la tasa de suicidio, pero esa parte no forma parte del mito). Nació en Minnesota, se crio en Kansas-el estado en el que, precisamente, se desarrolla ‘La Casa de la Pradera’-, y ha tenido un inmenso éxito en Richmond, la capital de Virginia y, también, la capital de la Confederación, o sea, de los sediciosos que se separaron de EEUU en 1861 para mantener la esclavitud. Kaine supone el contacto con la América profunda que tiene Trump, pero no Clinton.

Y encima, Kaine es bilingüe. Su español es virtualmente perfecto, gracias a nueve meses que pasó en Honduras con la ONG Voluntarios Jesuitas, en 1980 y 1981. Ése es un aspecto decisivo para la campaña de Clinton, que cree que el voto de los hispanos puede ser la clave de su eventual victoria. Si la escritora afroamericana Toni Morrison dijo que Bill Clinton era “el primer presidente negro”, la apuesta de Clinton es que Kaine sea “el primer vicepresidente latino”.

Pero, aunque parezca bonachón, Kaine es un político muy hábil. No ha perdido nunca unas elecciones. Ya en 2008 ya estuvo a punto de ser nombrado candidato a vicepresidente por Barack Obama, al que fue uno de los primeros políticos de peso en apoyar en detrimento, precisamente, de Hillary. Su esposa, Anne Bright Bolton, es hija de un gobernador de Virginia, y actualmente ocupa el cargo de Secretaria de Educación del estado, cuyo gobernador, Terry McAuliffe, ha sido tradicionalmente la ‘mano derecha’ de Bill y Hillary Clinton.

Ahora bien: Kaine no es perfecto. Ni mucho menos. El gran temor que provoca en los demócratas su elección es si ésta es el equivalente de la que hizo Al Gore en 2000, cuando escogió al conservador senador por Connecticut Joe Lieberman, que acabó convirtiéndose en un lastre para su candidatura y acabaría pidiendo, ocho años más tarde, el voto para el republicano John McCain.

En otras palabras: ¿ha sido un giro a la derecha demasiado cerrado? Hay que tener en cuenta que en las Primarias el problema de Hillary no fue el votante del centro, sino el de izquierdas. Su principal rival fue el senador Bernie Sanders, un autoproclamado ‘socialista democrático’ que se opone a los tratados de libre comercio con la UE y los países del pacífico, que Kaine apoya.

El ataque al libre comercio es la clave de la campaña de Trump para conquistar estados industriales como Ohio, Indiana y, acaso, Pennsyvania. Si el empresario y estrella de ‘reality shows’ gana esos tres territorios, tendrá una ventaja enorme sobre Hillary. Y Trump ya se dirigió en su discurso de aceptación de la nominación republicana a los seguidores de Sanders, precisamente por el rechazo de éstos al libre comercio.

Desde su derrota, el apoyo de Sanders a Clinton ha sido glacial. Una parte de sus 9 millones de votantes sigue rechazando a la ex primera dama. Y la llegada de Kaine no va a hacerles cambiar de opinión. Más bien al contrario. El senador por Virginia es un católico practicante, como el actual vicepresidente y secretario de Estado, Joe Biden y John Kerry, respectivamente. Pero, al contrario que éstos, se opone al aborto, aunque limita esa actitud al terreno personal.

Por si eso fuera poco, WikiLeaks ha filtrado 20.000 emails internos del Comité Nacional Demócrata en los que se demuestra que los líderes de esa organización, que teóricamente juega el papel de árbitro en las Primarias, detestaban a Sanders. El giro al centro de Hillary con Kaine, así pues, puede dejar desprotegido su flanco izquierdo, en el que la candidata verde Jill Stein está tratando-por ahora, con muy poco éxito-de arañar votos de los llamados ‘berniecrats’, es decir, de los seguidores de Sanders. Por ahora, sin embargo, lo único que cabe aplicar es la muletilla de Francis Urquhart cada vez que filtra noticias a su amante, la periodista Mattie Storinm, en la ‘House of Cards’ británica: “Usted es muy libre de pensar eso; a mí no me es posible hacer ningún comentario”.

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