viernes, abril 19, 2024

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Primer caso confirmado de sumisión con burundanga en España

El burundanga es una droga rodeada de mitos. Se dice que con soplarla a la cara elimina la voluntad de una persona y se puede hacer con ella lo que se desee sin que luego recuerde nada. Otras fuentes hablan de folletos impregnados con esta sustancia para intoxicar y robar a ancianos. Aunque para algunos médicos estas posibilidades son poco creíbles, muchos admiten que los mitos en parte se sostienen porque la escopolamina, el nombre científico de esta sustancia, es muy difícil de detectar en el cuerpo con análisis convencionales. Pero no imposible.

Un estudio acaba de describir el primer caso de intoxicación confirmada con burundanga en España. Sucedió en Palma de Mallorca en la primavera de este año. Una mujer de 36 años acudió a urgencias del Hospital Universitario de Son Espases. Estaba “obnubilada y confusa, con discurso incoherente, pupilas midriáticas [muy dilatadas], visión borrosa e inestabilidad de la marcha”.

Un primer análisis de orina no detectó ni rastro de las sustancias más habituales en estos casos: cannabis, benzodiacepinas, anfetaminas, éxtasis, cocaína y opiáceos, y tampoco se detectó etanol (alcohol) en suero. Entonces, la amiga que acompañaba a la paciente dijo que sospechaba que el exmarido de la afectada, con quien estaba en trámite de divorcio, le había echado “algún fármaco en la bebida”. La propia paciente, al recobrar la consciencia, confirmó esa sospecha.

Fue el comienzo de un caso totalmente nuevo para el personal de la Unidad de Toxicología del Hospital balear. Los responsables iniciaron el protocolo de actuación en casos de sumisión química, el uso de drogas o fármacos para robos o agresiones sexuales, y emitieron un parte judicial.

En los análisis de la orina de la paciente no había rastro de drogas incluidas en el protocolo de sumisión química como atropina, hiosciamina, GHB [éxtasis líquido], ketamina, metoxetamina, alpha-PVP,metilona, mefedrona, MDPV y para-metoxi-metanfetamina. Pero las pruebas, conocidas como cromatografía de gases acoplada a espectrometría de masas, sí dieron positivo para escopolamina. A la paciente se le ofreció la posibilidad de realizar un análisis de pelo para conocer una posible administración repetida, pero lo rechazó.

Aunque en Europa y EE UU se conocen “muchos casos confirmados”, este es el primero en el que se demuestra clínicamente el uso de esta sustancia para realizar una sumisión química en España, resalta Barceló.

“El uso de la escopolamina en nuestro entorno no es un mito”, dice el estudio. Pero Barceló matiza que probablemente se trata de “una excepción”. Es imposible saber si está habiendo un repunte de casos de sumisión química en España. Se debe en parte a que no existe ningún registro a nivel nacional, pero sobre todo a lo complicado que es determinar cuándo una persona ha sido efectivamente drogada por otra y cuándo el paciente, “para evadir responsabilidades por consumo de drogas, dice ‘me han echado algo”, resalta el toxicólogo.

La burundanga es difícil de detectar porque solo permanece en el cuerpo durante una “ventana de tiempo de unas seis horas”, reconoce Nogué, pero asegura que mucho de lo que se dice o se escribe sobre ella “sigue siendo un mito”. En el caso de Palma es “evidente hubo una sumisión química con escopolamina”, pero también se trata de un caso muy puntual. En la mayoría de casos no es esta sustancia la que se usa, resalta.

“En nuestro hospital hemos analizado 500 víctimas de una agresión sexual de este tipo y no hemos encontrado escopolamina en ninguna, esto no es ni mucho menos una epidemia”.

Algunas veces no se detecta nada, pues los afectados acuden al hospital demasiado tarde, cuando las sustancias ya se han eliminado del cuerpo. En los casos positivos de sumisión química lo más común es que se encuentre alcohol y, en menor medida, “cocaína, cannabis, GHB o benzodiazepinas”, resalta Nogué La posibilidad de que se pueda anular la conciencia y la memoria soplando burundanga en la cara, “con un libro impregnado, o un abrazo, es una mentira absoluta”, concluye.

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