miércoles, abril 24, 2024

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Samuel Wasser, el cazador de cazadores de elefantes

El biólogo estadounidense Samuel Wasser emprendió hace un tiempo una cruzada contra los cazadores furtivos y contrabandistas de marfil, que causan estragos entre la población de elefantes africanos, y que, gracias a una innovadora técnica con ADN, ya ha permitido la captura de un importante contrabandista.

“No intente hablar con Samuel Wasser una vez haya terminado la conferencia. Ya estará de camino a Tailandia, Kenia y Tanzania”, advierte una compañera de Wasser, encargada de presentarlo en la conferencia científica de este año de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia en Washington (AAAS).

“Es un ejemplo de investigador global. Estamos realmente contentos de haberlo atrapado para esta conferencia”, afirma. El biólogo estadounidense es tratado como una estrella en su sector gracias a su insólito tema de investigación: utilizar el ADN en la lucha contra los contrabandistas de marfil.

Hace alrededor de tres años, uno de los traficantes de marfil más inquietante del oeste de África fue capturado con su ayuda. Un estruendoso aplauso lo recibe cuando se sube al estrado. “Me siento muy honrado de estar aquí”, afirmó Wasser. Ataviado con un blazer negro, una camisa con los botones de arriba abiertos, sin corbata y con barba de varios días, Wasser explicó cómo su trabajo ayudó a detener al traficante.

“Él argumentó que todo el marfil era antiguo y proveniente de su yacimiento en el oeste de África, pero pudimos demostrar que el marfil era más reciente y que provenía de diferentes fuentes”, explicó Wasser. “Recibió la condena más alta posible en Togo: dos años y una elevada multa económica. Nuestra primera condena.”

El biólogo trabaja actualmente en el siguiente caso de forma intensa en la universidad de Washington en Seattle. “Pero sobre eso no puedo revelar nada”, reconoce.
El contrabando de marfil genera una facturación de alrededor de 3.000 millones de dólares al año, según las organizaciones de conservación de especies. Según esto, se sitúa cuarto en el ranking de crímenes organizados internacionales, solo por detrás del tráfico de drogas, personas y armas.

Según Wasser, 50,000 elefantes mueren al año en África a manos de furtivos. “Y es una cifra muy conservadora”, asegura. En África sólo quedan alrededor de 450,000 ejemplares del mamífero terrestre más grande, advierte.

El asunto conmovió al investigador desde que viajó en su juventud a Tanzania para estudiar a los babuinos para su tesis doctoral. “Anduve mucho a píe y me cruzaba con furtivos constantemente”, asegura.

“Tuve que ver cómo el contrabando crecía cada vez más durante toda una década hasta que se prohibió en 1989. Esto detuvo la caza furtiva de un día para otro, pero después los Estados retiraron su ayuda económica al considerar que el problema había sido erradicado y al mismo tiempo aumentó la demanda desde China y se desencadenó la tormenta perfecta”, asegura.

La lucha de Wasser comienza con las heces, recurso que ya ha utilizado en anteriores investigaciones con otros animales. Wasser afirma que hay pocas cosas de mayor accesibilidad para los investigadores y que a su vez puedan ser utilizadas para obtener tantas respuestas. “Cuando me di cuenta de esto, mi pasión para emprender esta lucha despertó”.

Con ayuda de muestras de heces de alrededor de 2.000 elefantes de 81 lugares, Wasser y su equipo elaboraron un mapa de ADN para todo África. Gracias a ella, se pueden contrastar muestras de marfil de contrabando. “Podemos tener colmillos de toda África y determinar con unos 50 kilómetros de margen de error de dónde provienen, pudiendo prácticamente confirmar la reserva de caza exacta”.

Se estima que alrededor de un diez por ciento del marfil de contrabando es recuperado y puesto a buen recaudo. Wasser es avisado cuando, en algún lugar del mundo, se descubre un cargamento de más de media tonelada. Entonces visita los yacimientos con su equipo y clasifica los colmillos, que en ocasiones pueden superar las 2,000 unidades. Pueden llegar a determinar incluso su edad.

La revista “Science” publicó sus conclusiones hace poco. “Casi el 100 por cien del contrabando de marfil proviene hoy de dos puntos muy concretos. El 22 por ciento son de elefantes de bosque de Gabón y de el Congo, y el 72 por ciento del elefante estepano de Tanzania”.

Los contrabandistas intentan sacar el marfil del continente rápidamente a través de la ciudad keniata de Mombasa. “Naturalmente hay furtivos en todo Áfria, pero con nuestra investigación ayudamos a la lucha porque estamos señalando dónde está la mayor banda y, por lo tanto, donde se debe concentrar la lucha”.

El investigador reconoce que a menudo su trabajo es muy frustrante. “Lucho en tantos frentes. Por ejemplo contra la Asociación Nacional del Rifle (NRA), a cuyos miembros les gusta tener marfil tallado en sus armas. También contra aquellos países que no quieren facilitarme el acceso al marfil recuperado, o que son tan descuidados con que encuentro pruebas relevantes en la basura”.

Aún así, se mantiene optimista. “Tengo la sensación de que estamos haciendo más progresos que la mayoría porque estamos aplicando la ciencia en el momento adecuado. Sin embargo, aún no basta. Tenemos que detener la matanza”.

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