viernes, abril 26, 2024

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Los tres planetas más parecidos a la Tierra y con mayor probabilidad de albergar vida

Todo sería diferente. El Sol para empezar. Sería pequeño, débil y rojo, pero estaríamos tan cerca de él que la radiación sería dos veces más intensa. Los años durarían cerca de dos días y no habría noche y día, sino que, como la Luna, una parte del planeta siempre miraría al Sol y la otra estaría oscura y fría. Podríamos vivir allí porque la evolución nos habría llevado a estar adaptados a la radiación infrarroja más que a la luz visible, algo que haría, por ejemplo, que las plantas no fuesen verdes, como en la Tierra, sino negras o rojas.

Aún no tiene nombre, más allá de un abúlico TRAPPIST-1b o TRAPPIST-1c que revela sin más que es el segundo (o tercer) planeta de una serie encontrada alrededor de una estrella enana bautizada como TRAPPIST-1 en honor al telescopio -situado en La Silla (Chile)- que la encontró. Pero es uno de los tres mejores candidatos para albergar vida en la Vía Láctea -más allá de la Tierra- hallados hasta la fecha. Se trata de tres planetas de tamaños similares al de la Tierra y que orbitan alrededor de una estrella enana a 40 años luz de distancia de la Tierra y que acaban de ser descubiertos por investigadores de la Universidad de Lieja (Bélgica) y del MIT de Boston (EEUU), principalmente.

Los científicos que se dedican a la búsqueda de planetas habitables dentro de nuestra galaxia tienen una única pregunta en mente: ¿Existe vida más allá del Sistema Solar? Para responderla lo primero que hay que averiguar es dónde comenzar a buscar. Desde que comenzó el campo de estudio de la búsqueda de exoplanetas, ya han sido miles los posibles mundos habitables que se han encontrado hasta la fecha. Pero ninguno tan parecido a la Tierra y con tantas posibilidades de albergar vida como los tres recién descubiertos y cuyo hallazgo se acaba de publicar en la revista científica Nature.

La clave es que se trata de un conjunto de planetas de tamaño muy similar a la Tierra y que se encuentran a una distancia de su estrella que les hace tener una temperatura y una radiación parecidas a las terrestres. Pero hay una gran diferencia: el Sol alrededor del cual orbitan. Este hallazgo se trata de la primera vez que se detecta un sistema planetario junto a una estrella enana ultrafría.

La pregunta evidente quizá sería: Si buscamos mundos análogos a la Tierra, ¿por qué no tratamos de encontrar planetas del mismo tamaño y que orbiten alrededor de una estrella de tamaño similar al del Sol y la misma distancia? El hecho de que se trate de una estrella enana tiene su importancia porque, de tratarse de una estrella más grande y potente (como nuestro Sol), los investigadores no serían capaces de estudiar correctamente las propiedades de la química que forma las atmósferas de esos tres planetas.

El estudio de la atmósfera de un exoplaneta depende de los pasos periódicos que realiza ante su estrella. Durante esos ‘tránsitos’, la atmósfera de un planeta bloquea una fracción de la luz de su estrella, haciendo que la veamos borrosa y débil. Este efecto depende de la composición de la atmósfera, así que midiendo este efecto en diferentes colores, a diferentes longitudes de onda, los investigadores pueden aprender muchas cosas de la composición de esa atmósfera. Cuanto más pequeña sea la estrella, más grande es la fracción de su superficie escondida por la atmósfera del planeta, así que también serán mayores las señales que se pueden medir. Además, cuanto más pequeña y débil sea la estrella, más frecuentes serán los tránsitos del planeta habitable, es decir, más veces pasará el planeta entre su estrella y la Tierra, y más registros podremos tomar.

“La tecnología actual nos permite estudiar de manera precisa la composición atmosférica de un planeta de tamaño similar a la Tierra sólo si orbita alrededor de una estrella no mucho más grande que Júpiter, como por ejemplo una estrella enana ultrafría como TRAPPIST-1”, asegura a EL MUNDO Michaël Gillon, investigador del Instituto de Astrofísica y Geofísica de la Universidad de Lieja y autor principal del trabajo publicado en Nature. “Para estrellas de mayor tamaño, no seríamos capaces de hacerlo. Así que para buscar vida en exoplanetas, ¡las estrellas enanas son el mejor lugar por el que empezar!”, sentencia Gillion.

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